Es
la danza patrón de las comunidades afrocolombianas del litoral
Pacífico. Presenta características que sintetizan las herencias
africanas de los esclavizados traídos en la época colonial para las
labores de minería adelantadas en las cuencas de los ríos del occidente
del territorio. En la ejecución del currulao es posible aún observar
características propias de un rito sacramental impregnado de fuerza
ancestral y de contenido mágico.
El
currulao es un baile de pareja suelta, de temática amorosa y de
naturaleza ritual. Los movimientos de los danzarines son ágiles y
vigorosos; en el hombre adquieren por momentos una gran fuerza, sin
desmedro de la armonía. La mujer perpetúa una actitud sosegada ante los
anhelos de su compañero, quien busca enamorarla con flirteos,
zapateados, flexiones, abaniqueos y los chasquidos de su pañuelo. La
coreografía se desarrolla con base en dos desplazamientos simultáneos:
uno de rotación circular y otro de translación lateral, formando
círculos pequeños, los que a su vez configuran un ocho. Las figuras que
predominan son la confrontación en cuadrillas, avances y retrocesos en
corredor, cruces de los bailarines, giros, saltos y movimientos del
pañuelo.
La
danza adquiere gran belleza plástica mediante la concreción de variados
elementos, como la esbeltez de hombres y mujeres, la seriedad ritual de
los rostros, el juego con los pañuelos y la gracia de las actitudes,
que son reforzadas con gesticulaciones, jadeos y giros. Como danza
patrón, el currulao presenta variadas modificaciones regionales
denominadas berejú, patacoré, juga, bámbara negra y caderona.
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